Seguimos viviendo en un mundo donde la guerra es todavía la mayor realidad                                           

La guerra continúa siendo una realidad persistente en el mundo, con conflictos activos en varias regiones y un aumento en la violencia en general. En la guerra todo es azar e incertidumbre. En la niebla de la guerra verdadera ni siquiera se intuyen y piensan los escenarios de paz. Ni en un alto el fuego se abren escenarios de paz, puesto que es una oportunidad para la pausa, el descanso y el rearme antes de reanudar los combates.

Los conflictos, la inestabilidad y la violencia van en aumento, con consecuencias devastadoras para las mujeres y las niñas. La violencia sexual en los conflictos experimenta un drástico aumento tanto en mujeres como en niñas.

No hace falta decir que la guerra y el conflicto afectan tanto a los derechos de los hombres como a los de las mujeres. Sin embargo, existen particularidades de género que suponen que la violencia impacte de manera diferente y más desproporcionada en las mujeres.

La mujer que queda en retaguardia tiene que hacerse cargo en esos momentos convulsos de cuidar y sacar adelante al resto de la familia, niños y ancianos. Tienen que conseguir el sustento, la atención médica si alguno se pone enfermo o es herido y el cuidado emocional de la familia obviando su propio sufrimiento. Según Naciones Unidas, en tiempos de guerra, las niñas tienen un 90% menos de probabilidades de tener acceso a la educación. Si las mujeres tienen que huir de sus hogares, se convierten en desplazadas o refugiadas y aumenta el riesgo para ellas de ser violadas o sometidas a trata.

Las restricciones por ejemplo, en Afganistán, son más severas. Las mujeres afganas siguen viviendo amenazas, represión y agresiones. Los derechos que una vez conquistaron les han sido arrebatados. Han sido apartadas de la educación superior, el trabajo y la vida pública; obligadas a cubrirse completamente y limitar su existencia a lo privado. Nuestra voz se une a la de las mujeres afganas y a todas las que resisten en contextos de violencia y guerra. No aceptamos que ninguna mujer sea silenciada ni invisibilizada. Reafirmamos nuestro compromiso con la justicia, la paz y los derechos humanos.

Las mujeres han sido, y son, agentes activos en los esfuerzos de paz y reconciliación a todos los niveles; las mujeres y los análisis de género son habitualmente excluidos de los procesos de paz y la toma de decisiones. La exclusión de las mujeres de los derechos y de la perspectiva de género, permanecen como un impedimento para el logro de una paz y seguridad sostenibles, por lo que son aspectos que no deben seguir siendo ignorados.

Si las mujeres tienen el mismo estatus legal que los hombres y son vistas como independientes económicamente, exitosas empresarias e inversoras, es más probable que desempeñen un papel significativo en la consolidación de la paz.

En un contexto mundial de creciente militarización y conflictos, es imperativo recordar el enorme valor de las mujeres en la construcción de la paz.

Madres, abuelas, hijas, amigas, redes de mujeres que cuidan de la vida han sostenido la antorcha de la esperanza cuando todo parecía perdido, demostrando una y otra vez la capacidad para transformar el dolor y la rabia en acción, la opresión en resistencia y la guerra en paz.

Nos sumamos a todas las mujeres del mundo que no cejan en su empeño de construir un mundo en paz, igualdad, justo y libre de violencias.

Share This